Segundas Oportunidades.
El poder transformador de las personas.
"El día en el que dejé de buscarte
Me encontré a mí misma."
Recuerdo vivamente mis ocho años, cuando se acercaba mi primer viaje en avión hacia un destino completamente desconocido: México, mi primera experiencia internacional. Fue la mejor vacación de mi vida, con hoteles cinco estrellas, visitas a distintos estados, innumerables playas, ¡e incluso una incursión en la selva! Allí, presencié la majestuosidad de un puma, la ternura de un lémur y la sorpresa de encontrarme con una pantera negra. Puede sonar increíble, pero viví todas esas experiencias en lugares como Riviera Maya, Tulum, Puerto Vallarta, Cancún y Playa del Carmen. La idea de regresar a los 15 años ya se había arraigado en mi mente; es un lugar al que simplemente no puedo dejar de volver. Sin duda, el destino que dejó una huella imborrable fue Puerto Vallarta.
A la tierna edad de ocho años, me dirigía con una sonrisa radiante a la barra de tragos para pedir una sprite con hielo. El barista se divertía con mi presencia, ya que, mayormente, el hotel estaba lleno de hablantes de inglés y yo aún no sabía leer en ese idioma. Pero eso no importaba; siempre pedía al mismo chico, o al menos eso es lo que recuerdo con cariño.
Fue increíble: avisté ballenas, exploré diversos lugares, disfruté de numerosas playas y viví tantos días llenos de asombro. Fue un viaje que quedó grabado en mi mente para toda la vida, con gente amable y una moda exquisita. Aunque México tiene sus lados oscuros, prefiero resaltar la belleza que experimenté durante ese viaje.
"No quiero volver a casa" es el pensamiento recurrente al concluir un viaje que nos ha marcado.
Sin embargo, llegó el momento de regresar a casa y tuve que tomar un vuelo de escala, una opción más económica que implica pasar por diferentes países sin salir del aeropuerto. Mi mamá eligió esa opción, y así, hice escala en México, Chile y Argentina.
El vuelo de México a Chile resultó particularmente turbulento. En ese momento, no le temía a los aviones como lo hago ahora, y además, era de noche. A pesar de la turbulencia, las luces violetas suaves y reconfortantes de las azafatas quedaron grabadas en mi memoria. No sé por qué me resultaban tan reconfortantes; quizás era porque no eran deslumbrantes y facilitaban el sueño sin necesidad de antifaces.
De repente, una turbulencia intensa me dejó temblando en mi asiento mientras miraba por la ventana. A lo lejos, noté nubes negras y un resplandor que casi me dejó ciega. Mi corazón latía con fuerza y, con miedo, le advertí a mi mamá, sumiéndola también en pánico. Después de unos 2 o 3 minutos, las azafatas nos informaron sobre una tormenta eléctrica en Chile y que estábamos a punto de llegar a nuestro destino. Más turbulencias sacudieron el avión, y mientras sostenía la mano de mi mamá, ella me dijo: "No te preocupes, nuestro ángel guardián nos está cuidando". En ese momento, no entendí la referencia religiosa, pero ella me explicó que mi ángel guardián era mi tía, quien falleció cuando yo era más pequeña.
Mirando por la ventana del avión, observé los rayos que iluminaban el cielo oscuro. Eran hermosos y espeluznantes a la vez, y simplemente no podía apartar la mirada. ¿Por qué me sentía tan tranquila? ¿Serían las luces tenues y relajantes, o el silencio total en la cabina a las 3 de la mañana? Pasé el vuelo admirando los diferentes rayos, blancos como la nieve, cayendo sobre la superficie sin hacer ruido aparente. Quizás fue porque el avión estaba aún más alto que las nubes.
En ese momento turbulento del vuelo, fue cuando descubrí la existencia de los ángeles guardianes.
Mi vida ha sido una travesía difícil. Desde joven, siempre me consideré "diferente" en un entorno donde los niños solo buscaban divertirse. Mis gustos, acciones y palabras eran constantemente juzgados por aquellos mayores que creían que debía seguir un molde preestablecido. A pesar de mi sinceridad, fui etiquetada como alguien que "actuaba" de manera inusual, sin aceptar que simplemente estaba siendo yo misma.
Nunca creí que llegaría a vivir más allá de los 20 años. Pensamientos oscuros se acumularon en mi mente, llevándome a considerar lo peor en varias ocasiones. ¿La dificultad de la vida es la culpable, o es mi propio egoísmo manifestándose por mi supuesta pereza al no querer ordenar mi habitación?
Las respuestas a estas preguntas aún me eluden, y no fue la primera vez que contemplé rendirme.
Sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a hacer todo lo posible para que vuelvas a sentirte en casa. Eso es lo que siempre experimenté.
Cuando todo parece desmoronarse y los pensamientos oscuros nublan la mente con la posibilidad de lo peor, esa persona especial siempre emerge. ¿Es acaso un mensaje divino, una señal de que no debo rendirme? Jamás lo sabré; no profeso la fe cristiana.
Pero si tuviera que agradecerle a dios por todas esas personas que me ayudaron, estaría arrodillada por una eternidad completa.
"No quiero observar nada más ahora que te ví a tí." - Taylor Swift.
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